EL ROL DEL TUTOR EN LA EDUCACION VIRTUAL

Febrero 11, 2004
El rol del tutor en la educación virtual
Guardado en: Artículos, JAVIER MARTÍNEZ ALDANONDO — Pablo Odell @ 5:47 pm
Hace unos años, fui alumno de un Master en Internet Management en Barcelona, donde durante bastantes meses compartí aula con profesionales del mundo de la banca, telecomunicaciones, informática o seguros. Claro está, eran tiempos anteriores al estallido de la burbuja, la fiebre de Internet estaba desatada y reinaba el entusiasmo. Recuerdo muy especialmente lo que sucedió con el profesor responsable del módulo de Marketing en Internet. Nada más entrar en su primer día de clase, se presentó como socio de una consultora especializada en aplicación de nuevas tecnologías al marketing y e-business. Nos preguntó a cada uno a qué nos dedicábamos, qué esperábamos del Master, qué era lo que mas nos interesaba en concreto e inmediatamente nos repartió unos papeles. Eran el enunciado sobre el caso e-bay. Nos pidió que nos reuniésemos en grupos, nos pusiésemos a trabajar y media hora más tarde presentásemos al resto de la clase nuestras conclusiones sobre las preguntas que nos planteaba.
La reacción de casi todos mis compañeros fue la misma: Pero bueno, a este hombre le pagan por enseñarnos y no por estar sentado sin hacer nada mientras nosotros trabajamos. La sensación de malestar y resistencia fue intensa y duró largo rato. Concretamente duró hasta que dio comienzo la primera discusión en grupo y todos empezaron a darse cuenta que los que teníamos que hacer el esfuerzo éramos obviamente nosotros y que aprender no es lo mismo que enseñar y que en realidad surge desde dentro y no viene de fuera. Al finalizar cada módulo, debíamos rellenar unas encuestas de evaluación de los profesores. Este profesor fue el mejor evaluado con mucha diferencia sobre el resto del claustro cuya característica común era llegar cada uno con un portátil con mayores prestaciones que el profesor anterior y avasallarnos con sus powerpoints espectaculares e interminables. Marketing en Internet se convirtió en la clase que esperábamos impacientemente y que todos echamos mucho de menos cuando finalizó.
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El papel del dinamizador/tutor en el mundo del e-learning es materia de discusión encendida y permanente. Hasta cierto punto es normal pero tal vez lo que mas me sorprende es que nadie se pregunta ni pone en duda el papel del profesor en la educación presencial. Ni tampoco el rol de la escuela, que todavía opera con mentalidad de fábrica de producción en serie. Menos aun sobre el rol del alumno. Ni siquiera hay dudas sobre lo que significa aprender cuando es muy poco lo que sabemos al respecto. A mi me parece claro que el papel del tutor virtual es el mismo que en presencial: Ayudar a que los alumnos aprendan y, más concretamente, favorecer el que las personas aprendan a pensar y decidir por si mismos, idealmente, instalar en ellos el amor por aprender. Más concretamente, y como argumentaré en las siguientes páginas, pienso que el tutor tendrá 2 papeles decisivos: Ofrecer feedback y manejar y reforzar relaciones entre personas. La razón me parece obvia. Los tutores van a tener que especializarse en aquello en que sean mejores que los ordenadores. Aspectos como relacionarse con los demás, comunicarse efectivamente, funcionar en la sociedad contemporánea o manejar el stress son cruciales y siguen teniendo un componente humano muy importante. Hay que dejar que los ordenadores hagan el trabajo sucio.Al igual que ilustraba en el caso anterior, cuando un profesor plantea una sesión donde los que deben hacer el trabajo son los alumnos, estos reaccionan negativamente y a la defensiva ya que eso pone en peligro su estatus al que se han acomodado. Han perdido toda iniciativa, se han vuelto conformistas, reflexionar se ha convertido en una excepción y su principal objetivo consiste en superar los exámenes y obtener un título. Aunque esto daría para otro capítulo entero, es necesario puntualizar algunos aspectos relacionados con el aprendizaje si no queremos seguir perpetuando los errores en el mundo virtual. La escuela y la universidad debieran trabajar para educar y formar a los ciudadanos que la sociedad necesitará para el siglo XXI. Sin embargo hay que hacer una primera distinción: No es lo mismo saber acerca de que saber hacer. El conocimiento no tiene excesivo valor si no se pone en práctica. Por esa razón, el objetivo último del aprendizaje es modificar el comportamiento de un alumno para que haga las cosas de manera diferente y mejor que antes. La realidad sin embargo parece estar bastante lejos de cumplir esa aspiración.
La formación presencial tiene graves deficiencias. Y gran parte de esas deficiencias pasan por el papel que desempeñan maestros y profesores dentro de un sistema perverso que mide el aprendizaje en relación directa con los exámenes y las notas de los alumnos. Si lo pasamos por alto, nos estamos abocando directamente al fracaso, como está ocurriendo con muchos de los proyectos de e-learning. La tecnología es un gran acelerador de procesos y modelos cuando estos funcionan adecuadamente. Lo que ocurre es que añadir tecnología a un modelo deficiente no sólo no lo mejora sino que lo empeora. Por tanto, este capítulo hace referencia al rol del profesor independientemente de que se desempeñe en presencial u online porque el aprendizaje es independiente del ámbito en el que ocurre.
El aprendizaje es un fenómeno social que ocurre en el ámbito personal y como tal es intransferible. Soy yo el que aprendo y, al igual que pasa por ejemplo al comer, dormir o correr nadie puede hacerlo por mí. Aprender consiste en acumular experiencia reutilizable en el futuro y para ello, necesita motivación, necesita tiempo y necesita práctica. El resultado de aprender es la experiencia y sus palabras hermanas como experimentar (hacer, probar, practicar) y experto (el que acumula gran cantidad vivencias, casos y problemas resueltos). Lo que aprendemos forma parte de nosotros, de nuestro bagaje y nos lo llevamos puesto donde quiera que vayamos. Ahora bien, esto no significa que el aprendizaje sea individual y aislado. El hombre es un ser social y aprende DE otros y CON otros y la historia y la naturaleza humana nos demuestran que preferimos el aprendizaje colectivo. Este aspecto es especialmente relevante en el mundo profesional. Se valora más aprender de los pares, de un colega que vive la misma realidad y los mismos problemas que de un ponente brillante, por lo general ajeno al día a día y por tanto demasiado teórico. El ser humano lo es desde la genética pero sobre todo desde la pertenencia a un grupo social organizado. Los psicólogos afirman que sabemos muy poco todavía acerca del funcionamiento del cerebro, sobre la memoria, la motivación, sobre cómo aprendemos realmente y el papel que juegan las emociones.
Pero por otro lado llevamos algunos miles de años observando al ser humano aprender y evolucionar. Si seguimos la pista de un recién nacido durante 4 años por ejemplo, comprobamos que es capaz de aprender una increíble cantidad de cosas y todas ellas sin necesidad de sentarse a hacer ningún curso, ni estudiar, sin ni siquiera saber leer, escribir e incluso hablar. No saben que aprenden, no son conscientes pero tienen objetivos: hablar para comunicarse, andar para explorar sitios, etc. Son auténticas máquinas de aprender. Están motivados y aprenden a base de cometer errores que los padres siempre entienden como imprescindibles en este proceso.¿Alguien ha visto un niño deprimido por sus errores o que ha decidido dejar de intentar aprender a andar o a hablar?
Además, el aprendizaje está íntimamente ligado al Hacer. Se trata de una experiencia activa de construcción de conocimiento frente a las habituales experiencias de recepción pasiva de información. Aprender no consiste en acumular datos ni memorizarlos y estudiar no tiene sentido aunque el colegio insiste en la relevancia de saber la respuesta correcta igual que los concursos televisivos. Lo peligroso es que el e-learning camina en la misma dirección. Nadie aprende escuchando a un profesor ni leyendo en una pantalla sino haciendo, investigando, explorando, probando y sobre todo haciéndose preguntas, siendo curioso. El aprendizaje natural del ser humano parte del modelo del aprendiz, se aprende cometiendo errores, reflexionando sobre las causas y rectificando para buscar soluciones, casi siempre con ayuda de alguien más experimentado. Sin embargo, si echamos la vista atrás y tratamos de recordar las diferentes experiencias educativas que hemos tenido a lo largo de nuestra vida, veremos que apenas cumplen esas premisas. Por regla general, la mayor parte de ellas eran monopolizadas por profesores que acaparaban el espectáculo. Su labor consistía en impartir lecciones magistrales. La premisa era: Yo sé, tú no sabes, yo te cuento. Hoy el profesor sigue haciendo el 95% del trabajo. Para cerrar el círculo, tratamos de medir el conocimiento de los alumnos a través de exámenes. Nosotros, los alumnos, nos limitábamos a escuchar callados durante horas, tratar de no dormirnos, memorizar lo necesario para aprobar el examen y continuar avanzando. Éramos meros asistentes, casi nunca participantes. Al cabo de pocos meses, habíamos olvidado casi todo lo “aprehendido” y lo poco que recordábamos, éramos incapaces de encontrarle aplicación práctica. ¿Integrales y derivadas? ¿Latín? ¿Trigonometría? ¿las leyes de Mendel? ¿la tabla de los elementos? Y sin embargo ¿donde aprendemos comunicación, relaciones sociales, a razonar, a hablar en público y presentar y defender nuestras ideas ante otros. Pensar que esta labor del profesor es enseñar y esta actividad de alumno es aprender es una ilusión. Y para un profesor vocacional es simplemente frustrante.
Internet ha favorecido el acceso de la información y facilitado su distribución. La educación viene a nosotros. Anytime, anywhere. Genial. Lo grave es que el problema continúa siendo el mismo. La versión online se limita a virtualizar lo presencial. El alumno sigue siendo el mismo espectador que era antes y además ahora está solo, con un artefacto tecnológico por medio (el ordenador) y las autopistas de la información que muchas veces se comportan como caminos rurales. Por si fuera poco, la mayor parte de los contenidos dejan mucho que desear, al igual que ocurre con la mayoría de los cursos presenciales. La calidad de los contenidos no se mide por la cantidad de diapositivas ni por el número de páginas de los manuales al igual que una película no es buena en función de sus efectos especiales o su duración. Nada de esto es sinónimo de aprendizaje. Por tanto ¿de qué nos sirve tener acceso fácil y rápido a unos contenidos pobres? Lo peor de esta herencia milenaria es que se genera una inercia de asumir el aprendizaje como algo externo, que viene de fuera y donde nosotros no somos auténticos los protagonistas ni responsables. Por eso, cuando queremos aprender algo nuevo, automáticamente pensamos en conceptos artificiales como escuelas, aulas, cursos, asignaturas, exámenes donde esperamos que un profesor nos explique cómo son las cosas. Y todos sabemos que describir una situación jamás sustituye el vivir esa situación en primera persona. El e-learning no consiste solamente en navegar por Internet o en descargar contenidos o acceder a diferentes recursos. Aprender a través de un ordenador no tiene nada que ver con aprender en el aula, es más complicado, a priori, hay más obstáculos que tener en cuenta, es un medio diferente que exige enfoques diferentes. La ventaja es que los ordenadores tienen el potencial para dejar de ser un medio de hacer las mismas cosas más rápido y convertirse en una forma de hacer las cosas de una manera diferente. El ordenador es un “doing device”, un aparato para hacer cosas y no para pasar páginas ni para escuchar pasivamente. Para eso ya está la televisión. Pulsar iconos no es sinónimo de Interactivo. La interactividad no está en el click sino en el think. E-learning no significa leer en la pantalla del ordenador lo que antes leíamos en un papel. Ni multimedia (animaciones espectaculares, sonidos, imágenes, videos) es sinónimo de aprendizaje. La solución no es más tecnología, más ancho de banda, procesadores más rápidos. Tenemos que hacer lo que se necesita para la experiencia de aprendizaje sea efectiva, no lo que es fácil o barato. Y las tecnologías nos pueden prestar una inestimable ayuda en ese intento. Seymour Papert sostiene que el ordenador es un medio de expresión humana y aunque no ha encontrado a sus Shakespeare, Leonardo Da Vinci o Einstein, no tardará en hacerlo.
En mi opinión, la primera tarea fundamental de cualquier profesor es ofrecer feedback adecuado. Es decir, entregar al alumno información pertinente sobre lo que está haciendo de manera que le permita entenderlo e incorporarlo (integrarlo en su cuerpo) como parte de su experiencia personal y vital. Pero para que haya feedback, es condición sine qua non que el alumno tenga un proyecto que realizar, un contexto de trabajo, un rol que desempeñar, objetivos que cumplir, actividades, tareas, problemas, errores. ¿Ocurre esto a menudo? Rara vez. Para dar feedback, el alumno se tiene que estar cuestionando algo y esto exige expertos disponibles para ayudarle. Un experto sabe muchas veces lo que funciona pero sobre todo lo que no funciona. En realidad, dar feedback es lo más importante que los padres aportan a esos niños pequeños que mencionábamos antes. A partir de los 5 años, a los niños que al comienzo valorábamos tanto por sus preguntas, ahora los premiamos por sus respuestas. En un aula, por tanto ofrecer feedback es tarea casi imposible porque los alumnos rara vez tienen retos que alcanzar, practican poco y preguntan menos. Con ratios que van de 1 profesor a 30, 60 ó 200 alumnos las cosas no son fáciles. Por eso las simplificamos inventándonos los exámenes como el sistema para medir conocimientos. Y no importa mucho que dos meses después el examinado ya no recuerde gran cosa. Además insistimos en enseñar cosas que ya sabemos que no serán de gran utilidad para la mayoría. Y sin embargo, dejamos de enseñar otras que resultan imprescindibles para desempeñarse en el mundo que nos rodea. Aspectos relacionados con la inteligencia emocional, la capacidad de comunicarse y relacionarse con otros, trabajar en equipo, aprender a aprender y a pensar, etc. ¿Sería mejor nuestro mundo si todas las personas hubiesen sacado dieces en sus exámenes de matemáticas? ¿Alguien cree que la mejor manera de educar a los ciudadanos críticos y autónomos que demanda la sociedad actual es a través de clases magistrales?¿Puedo averiguar quien es un buen cocinero a través de un examen de respuesta múltiple? Seamos serios, estamos hablando de desempeño y no hay examen escrito u oral capaz de medirlo. En un curso virtual, las cosas no varían demasiado. La mayor parte de las veces el feedback lo da la maquina mediante 2 palabras: Correcto o incorrecto (pruebe con otra respuesta). Nada más. ¿Incorrecto por que? ¿En que me equivoqué? ¿Como me puedes ayudar a entender mi error y buscar alternativas que funcionen mejor? ¿Me puedes mostrar un ejemplo? ¿Podrías hacerlo tú para que yo vea como se hace? Cuando el feedback lo da una persona, la respuesta no varía demasiado. Con Internet, estamos hablando del 1 to 1 y esto significa no solo un trato personalizado sino un feedback personalizado y constructivo. Podríamos diseñar un gran curso de cocina que mezclase unos módulos presenciales teóricos y otros vía e-learning. El programa abordaría asuntos que irían desde como seleccionar los alimentos, como escogerlos y comprarlos en el mercado, multitud de recetas y trucos para prepararlos, consejos para servirlos, videos de grandes cocineros, etc.
A nadie se le pasaría por la cabeza que la parte principal del curso no fuese practicar en los fogones con sartenes y demás cacharros y quemar unos cuantos platos antes de empezar a progresar. Pues bien, la mayor parte de cursos, desde negociación hasta dirección de reuniones, inteligencia emocional o finanzas se centran en todo menos en practicar las tareas reales. Es decir nunca negocias con nadie, jamás diriges reuniones, no empatizas con otros y rara vez realizas la cuenta de explotación de una empresa. Mucha teoría y nunca práctica. Obviamente algunas de habilidades deben hacer más hincapié en un trabajo presencial y otras pueden descansar más en lo virtual, en unos casos son aprendizajes mas emocionales, en otros son mas intelectuales. Sin embargo, si esos cursos no se parecen al trabajo para el que tratan de prepararte, no sirven de nada. En definitiva, aunque el objetivo consiste en enseñar a los alumnos a cocinar, creemos lograrlo por el mero hecho de preparar y distribuir unos materiales bien diseñados, colgarlos en una plataforma y poner unos cuantos tutores como soporte pero con escaso valor para apoyar al alumno en un aprendizaje auténtico. Y en realidad, lo que vamos a exigir a ese tutor es que se comporte como un coach, accesible siempre para ayudar al alumno cuando tenga problemas para alcanzar los retos, que muchas veces, ese mismo tutor le ha planteado.
Otro de los aspectos fundamentales de un profesor es el de gestionar personas (y como hemos destacado ofrecerles feedback pertinente y permanente) pero sobre todo gestionar relaciones entre personas. Es evidente que actualmente ya existe gran cantidad de software y contenidos que cubrirán casi todas las áreas del conocimiento habidas y por haber. Por eso, la responsabilidad principal de los tutores no consistirá en ser expertos en sus asignaturas, algo que los ordenadores ya suplen actualmente con mucha eficacia, sino en ayudar en el aprendizaje de habilidades sociales y de relación interpersonal. Si uno echa un vistazo al retrato robot del tutor virtual que definen los expertos, se encuentra casi siempre con las mismas obviedades: Facilitador, dinamizador, motivador, guía, acompañante. Todos estos términos se manejan con demasiada superficialidad. ¿Qué significa realmente dinamizar o motivar personas? ¿Consiste en enviar mails con cierta regularidad pidiendo que los alumnos participen o recordándoles que para una fecha determinada deben haber completado la unidad X? Vivimos en el mundo de la comunicación. Cada vez nos relacionamos e interactuamos con más personas que están en lugares distintos y empleando diferentes medios. Internet es una red, el primer medio que permite la comunicación de todos con todos y donde cualquiera puede ser al mismo tiempo proveedor y consumidor, receptor y emisor de conocimiento. Trabajar en equipo es un requisito imprescindible para operar en el mundo de hoy. Para generar valor y desempeñarse de manera óptima todos entienden que el único camino es cooperar con otros dentro y fuera de la empresa, generar confianzas, co-laborar (trabajar juntos), crear redes, generar alianzas. La coopetition desplaza a la competition. De un tiempo a esta parte, todo el mundo está de acuerdo en la importancia de la inteligencia emocional, el best seller de Goleman está en todas las estanterías de los directivos que se precien de serlo, sean de RRHH o no. Pero ¿donde está la IE en la formación? ¿y en el elearning? La vida se compone de situaciones reales donde tomamos decisiones, pocas veces racionales, y donde vivimos las consecuencias de dichas decisiones. Es un cúmulo de relaciones, conversaciones, ambigüedades, desacuerdos, mal interpretaciones, intuiciones y conflictos con seres humanos. Los problemas que enfrentamos cotidianamente no vienen por la falta de conocimiento ni de capacidades o habilidades y no se solucionan por la vía racional. No debiésemos olvidar que el conocimiento está en la cabeza pero también en el corazón. Las personas aprendemos y compartimos cuando nosotros queremos (voluntad) y somos responsables de nuestras relaciones con otros. Las actitudes tienen un peso muy importante y eso no se relaciona con la racionalidad sino con la emocionalidad y el entorno cultural, con la calidad de las relaciones. En cualquier institución, se lleva un control exhaustivo de materias primas y productos, de los datos que circulan por las redes pero rara vez de las conversaciones entre las personas. Conversar no es intercambiar información para tomar decisiones sino, como proclama Maturana, construir y transformar la realidad junto con el otro, sin ánimo de convencerle con argumentos que buscan la verdad. Desde este prisma es donde escuchar se torna en capacidad decisiva, un escuchar activo donde lo importante es hacerse cargo de los intereses y necesidades del otro, en nuestro caso, del alumno.
En este ámbito adquieren un valor decisivo aspectos como la gestión de si mismo (autoconfianza, la integridad o autocontrol) y la gestión de relaciones con otros que van desde el trabajo en equipo, el liderazgo, la comunicación o la multiculturalidad. Eso exige que el tutor sea proactivo y nunca reactivo. Debe ser especialmente diestro en sintonizar con personas, detectar estados de ánimo y sensibilidades y, como se dice en el mundo del deporte, ser muy hábil a la hora de “leer los partidos”. El aprendizaje, la colaboración o la confianza no suceden sin más y de manera automática. Hay que provocarlo, inducirlo, alimentarlo, fomentarlo, crear las condiciones idóneas para que ocurra y sobre todo mimarlo y cuidarlo para que se perpetué. Para lograrlo, el tutor debe desarrollar esa labor intangible guiando a los alumnos hacia los recursos, hacia los contenidos, hacia los expertos. En términos de marketing hablaríamos de Fidelización. ¿Cómo le demuestro al alumno que mi soporte y mi colaboración le dan un valor añadido fundamental a su aprendizaje?. Importa sobre todo que desempeñe ese rol de tutor socrático, que propone la duda, la autorreflexión y el descubrimiento personal. Aunque en su momento no lo considerásemos así, el mejor profesor no era el que nos daba la respuesta correcta sino quien nos ayudaba a que la encontrásemos por nosotros mismos. En el desempeño de esta función vamos a encontrar cada vez más tutores provenientes del mundo profesional que del académico, con la ventaja de que los tutores virtuales, al igual que los alumnos, pueden realizar su trabajo con independencia del lugar físico y eso abre enormes posibilidades para contar con los mejores expertos donde quiera que se encuentren.
Ahora bien, un buen profesional no es automáticamente un buen profesor y un buen profesor presencial tampoco es un buen formador on line Un profesor debe Aprender a Enseñar para luego Enseñar a Aprender (y no tanto ser el mejor experto en su materia). Un alumno debe Aprender a Aprender y en cierta manera a Desaprender. Para aprender hay que soltar y abandonar la certidumbre. Los tutores serán seleccionadores y filtradores de información, facilitadores del feedback adecuado y se les valorará mas por saber enseñar que por su conocimiento de una material específica. Los alumnos acabarán siendo verdaderos Infotectives corriendo siempre el riesgo de caer en la sobredosis de información conocida como: Infoxicación. Los buenos maestros alientan la experimentación y a no tener miedo al error y reconocerlo como oportunidad para mejorar y aprender, considerándolo como un derecho fundamental del ser humano. “Perdiendo aprendí: más vale lo que aprendí que lo que perdí”.Y es en esta labor donde tiene realmente sentido aquello de guiar, escuchar, motivar, aconsejar, preguntar, moderar, impulsar, animar y facilitar. El tutor virtual es responsable por tanto de garantizar la colaboración, cooperación, compartición, construcción, comunicación, cohesión y dinamización de las diferentes comunidades de interés, práctica y aprendizaje. La información se transmite por las redes, el conocimiento se construye por la educación y por eso los tutores siempre tendrán un rol esencial escuchando, motivando, preguntando, acompañando, facilitando a través de ese nuevo concepto de conversación.
Seamos conscientes de que estamos hablando de un cambio drástico y por tanto realmente complicado. Le estamos pidiendo al profesor que ceda su protagonismo, renuncie a su autoridad y desempeñe un rol para el que nadie les ha preparado, incluyendo entre medias una dolorosa revolución tecnológica. Muchos entornos de aprendizaje basan su estrategia en crear una comunidad, colocar tutores, foros, chats, bibliotecas, contenidos, etc. La comunicación tiene una enorme importancia en este proceso. Pero de nuevo, caemos en el error de pensar que creando un entorno rico en relaciones y comunicaciones, las personas aprenderán de manera automática. ¿Alguien cree que podrá aprender a cocinar por el hecho de pertenecer a una comunidad de expertos en el tema, por el hecho de leer artículos, participar en foros, chats, etc? Falso. Aprenderá haciendo, esto es, cocinando y cuanto más practique, mejor. La idea suele resultar chocante pero, primero debe ser la práctica y luego la teoría. Si yo no me hago una pregunta, no aprendo. Si no me la estoy haciendo ¿qué sentido tiene todo ese entorno rico en recursos con expertos, contenidos, relaciones, etc.?
La conclusión es clara: No podemos seguir enseñando las mismas cosas y de la misma manera. La educación y la formación son aburridas, demasiado serias y dejan escaso margen al entretenimiento. Los profesores deben jugar un papel diferente, y que será más importante que el que han desempeñado hasta ahora porque la información y conocimiento que antes transmitían, hoy ya están disponibles en múltiples formatos. En lugar de estar encerrados en un aula, participarán en el diseño de cursos y simulaciones, en la construcción de plataformas, de herramientas de autor, en la tutorización, seguimiento y evaluación de alumnos, en la selección de contenidos, en el diseño de itinerarios formativos y curriculums, en la gestión de conocimiento, en los equipos de desarrollo de productos. Este panorama tiene también sus peajes. El tutor tiene que aceptar que efectivamente los alumnos saben más que ellos en algunas cosas y que por tanto en ocasiones los roles se intercambian y ello posibilita una inmejorable oportunidad para aprender. Debe también comprender que se trata de enseñar a las personas a pensar y que para esto tenemos que inducirles objetivos, hacer que fallen las expectativas, ayudarles entender porque y facilitarles herramientas para que corrijan su teoría y aprendan. En un curso bien diseñado, un alumno habrá tenido éxito, y por tanto un tutor también, si ha aprendido a HACER (desempeño) y no solo a saber (competencia).Para finalizar quiero dejar una reflexión en el aire:
La tarea que tenemos por delante es, al mismo tiempo, un reto tentador y una aventura complicada. Los tomadores de decisiones, las personas que dirigen empresas y gobiernos y que lo harán todavía durante bastantes años nacieron, crecieron y se educaron en un modelo tradicional. No tuvieron contacto con un ordenador hasta que empezaron a trabajar y tienen, con honrosas excepciones, un concepto poco innovador y moderno del aprendizaje. Tengamos esto siempre presente para moderar el optimismo que en ocasiones se desborda…
Por último y para no generar falsas expectativas, hay que advertir que no van a aprender gran cosa por leer este libro. Como mucho encontrarán algunas ideas inspiradoras pero poco más. Y las razones son simples. En pocas semanas se olvidarán de la mayor parte de lo que lean. Y lo realmente importante son las preguntas que surjan en sus cabezas cuando lean estás paginas, preguntas que muchas veces quedarán sin respuesta.Por tanto, les recomiendo que recopilen y contrasten tan amplio espectro de opiniones sobre el tema como sea posible en lugar de fiarse de un solo experto, institución, informe o incluso de este capitulo.
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